Comencemos pues con la palabra conmemorar. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua el significado de la palabra es hacer memoria. Amplios sectores de la política y la academia optaron por esta palabra por su contenido neutral. Se puede conmemorar lo bueno y lo malo.
El no utilizar la palabra celebración para estas efemérides nos indica la intensidad del debate político y académico que ha acompañada la preparación de los eventos .conmemorativos.. La razón de ser del debate es la pregunta por los efectos de la Independencia para los diversos sectores que integraron la sociedad colonial. ¿Qué les sucedió a los indígenas en el periodo posterior a la Independencia? ¿Cuál fue la situación de la población esclava? ¿Con los criollos, con blancos y con mestizos?
Estos son apenas algunos de los interrogantes que se han planteado en los últimos años los historiadores y algunas respuestas comienzan a esbozarse. Y con ellas algunos historiadores se tornan cautos en utilizar la palabra celebración.
En cuanto al sentido de las efemérides, conmemorar es ante todo un ejercicio que intenta fijar en la memoria colectiva un hecho considerado significativo en la historia de una nación. En el caso nuestro, el 20 de Julio es considerada la fecha en que se presentó un hecho histórico fundante de la nacionalidad colombiana. Ésta fiesta nacional, como el momento en el que por primera vez se plantea una idea en torno a lo nacional y a un proyecto republicano, posiblemente no tiene nada que ver con el nombre que le hemos otorgado a la festividad: la Independencia de Colombia. Éste nombre otorgado a la festividad sugiere varias cosas.
En primer lugar se plantea la idea que Colombia conquista una Independencia. Con ello se sugiere la existencia de la nación. ¿Éramos ya colombianos hacia 1810? y ¿estábamos sometidos por otra nación: la española? Con lo anterior no quiero indicar que haya un equívoco en el nombre otorgado a las fiestas nacionales en los diversos países de América Latina.
Quiero resaltar el hecho de cómo todas las naciones siempre se piensan a si mismas con orígenes remotos o inmemoriales. No es casual que encontremos entonces manuales escolares sobre Colombia prehispánica o Colombia Colonial.
Con las naciones se nacionaliza todo, la historia y el patrimonio arqueológico. Éste fenómeno no es exclusivo de nosotros los colombianos o de las naciones de Latinoamérica. En Europa sucede algo similar y nada más indicativo que la conocida expresión de los franceses: Francia es eterna. Centenarios, bicentenarios o sesquicentenarios, que como lo indicara Jorge Orlando Melo, es la dictadura de los decimales, otro rasgo profundamente arraigado en nuestras medidas y relaciones con el tiempo.
Cincuenta, cien o doscientos años es celebración,conmemoración pero en ambos casos es homenaje y tributo. Las fiestas nacionales han marcado con sus celebraciones o conmemoraciones cambios en las ciudades: Los parques de la Independencia, o el voto nacional nos recuerdan conmemoraciones pasadas y en la nuestra abundan proyectos bicentenarios en la arquitectura pero lamentablemente no en el sistema político, requerimos de proyectos bicentenarios que marquen un momento y la vida de las generaciones futuras. Esta es una magnifica ocasión para comparar los eventos conmemorativos del Bicentenario, con aquellos con los cuales se celebró, el centenario. En nuestra ciudad podemos ubicar monumentos que las autoridades municipales y nacionales de entonces escogieron para tal fin: el parque de la Independencia, el barrio centenario entre otros marcaron la celebración. Pero sin lugar a dudas fue la historia de Colombia escrita por los académicos académicos Henao y Arrubla la que marcó las conmemoraciones con un proyecto de enseñanza de la historia.
Con ella generaciones posteriores aprendieron un tipo de historia nacional. Con el paso de las décadas esta historia fue perdiendo vigencia y nuevas generaciones formularon nuevos interrogantes al pasado. Las respuestas fueron construidas por nuevas generaciones de historiadores formados en las más prestigiosas uni versidades del país y del exterior.
Es interesante contrastar las dos coyunturas. Hacia 1910 como lo planteara el historiador Medófilo Medina el Centenario se abordó en clave nacional. El tema de la unidad nacional fue central en aquel tiempo, aunque paradójicamente no hubo un proyecto político amplio, moderno y participativo, pero aun así, se tuvo un periodo de relativa estabilidad política. Para aquella década el país experimentó un periodo de crecimiento respaldado por la demanda creciente de nuestro café en los mercados internacionales. De manera que centenarios o bicentenarios de fechas nacionales son siempre ocasiones importantes que tienen las naciones para pensarse en el contexto de sus propias coyunturas. Los debates académicos, políticos e deológicos son un buen termómetro para medir las tensiones del momento y las aspiraciones políticas, sociales y culturales de los diversos grupos y clases que integran la sociedad del momento.
En cuanto a la simultaneidad del proceso, evidentemente la coyuntura de 1808 a 1810 llamada los años cruciales ha sido especialmente valorada por los historiadores que han seguido una corriente de pensamiento histórico que plantea que la Independencia logra ser explicada en su totalidad en esta coyuntura. Para las personas que adelantaron sus estudios primarios y secundarios en las décadas del 70 y el 80 puede resultar algo sorprendente. A esta generación se le enseñó el tema de la Independencia como un periodo que se iniciaba en el último cuarto del siglo XVIII y cerraba hacia 1830. El último cuarto del siglo XVIII se examinaba a la luz de la importancia de las reformas borbónicas y las insurrecciones, en el caso del Virreinato de la Nueva Granada, la revolución comunera. Este enfoque particular de la historia social pensó la Independencia como un proceso que se iniciaba a final de la época colonial. La crisis de la Independencia tendría pues su comienzo con las reformas borbónicas, que tuvo como propósito replantear, lo que algunos historiadores llamaron, el pacto colonial.
Se intentaba pues modificar la relación de España con sus colonias. La implantación de este proyecto produjo en toda la América española protestas, o para utilizar la expresión de la época, tumultos. Muchos de ellos tuvieron como causa factores fiscales asociados a la reforma y en otros casos su origen estuvo vinculado a tensiones con autoridades locales. Este último caso fue mucho más frecuente entre las comunidades indígenas. Desde esta perspectiva se nos enseño que todos los sucesos políticos y sociales ocurridos a finales del periodo colonial tenían que leerse en clave de Independencia.
Desde esta perspectiva se le daba un realce especial al tema burocrático y a la recomposición que del aparato de administración colonial se presento a finales de la época colonial, cuando los criollos fueron desplazados significativamente de esta estructura. Este fue el aspecto central de las reformas en el virreinato del Nuevo Reino de Granada. Desde esta perspectiva, se valoró la Revolución Comunera, el alzamiento de Tupac Amaru, el tema burocrático y finalmente, todos estos factores conjugados desencadenaron la crisis de la Independencia. Así, los sucesos que se presentaron a finales de la primera década del siglo XIX fueron la culminación de un largo proceso con raíces en el último cuarto del siglo XVIII.
Lo notable de este enfoque, adoptado por una generación de historiadores cuyo pensamiento y concepciones se difundieron en las aulas escolares a través de los textos escolares escritos a finales de la década del setenta. Se paso entonces de unos relatos históricos en que su consistencia se buscaba en la estructura retórica, en la cual estaba inscrita la narración de los acontecimientos. De manera que en la década de 1970, se experimentó en las aulas escolares la difusión de una nueva concepción de entender la historia. Es importante agregar, que a pesar que el hecho de la Independencia tuvo su nuevo registro en los textos escolares en la década mencionada, los historiadores de la nueva historia no le dieron un especial significado a la Independencia por considerar que este hecho histórico en poco había alterado las estructuras sociales y económicas del otrora virreinato. Al decirlo con palabras del historiador Hermes Tovar, las décadas que le siguieron al periodo de la Independencia, .Se llevó a cabo una lenta ruptura con el pasado colonial.
Esta condición particular de la historia y los historiadores colombianos fue muy diferente al caso venezolano, cuyos historiadores consideraron la Independencia como un hecho significativo y determinante en la historia nacional de su país. A finales del siglo XX y comienzos del XXI presenciamos nuevos debates entre los historiadores. Día a día encuentro entre los colegas un renovado interés en investigar temas relacionados con la Independencia, aunque quisiera que ese interés fuese mayor.
Veo que en las nuevas historias que se escriben sobre la Independencia, la influencia del historiador francés François Xavier Guerra en la más reciente bibliografía sobre el tema es bastante decisiva. Con este historiador en cierta manera se plantea una especie de retorno a la historia política que no tuvo un lugar importante en la nueva historia y que ésta fue en gran medida una reacción hacia aquella historia política y patriota. En muchas ocasiones los historiadores en la década del ochenta y a raíz de algunos debates en torno a la enseñanza de la historia confundieron historia patria y a ciertos ámbitos de la historia académica que no siempre fueron la misma cosa. Volviendo pues al tema de François Xavier Guerra veamos qué es lo que sugiere con respecto al tema de la Independencia.
En primer lugar, enfatiza que la Independencia hay que estudiarla como un hecho esencialmente político. Con ello despoja a la Independencia de toda connotación social y económica. A diferencia de los historiadores sociales, la Independencia de América no tendrá antecedentes diferentes a la propia crisis de la monarquía y los sucesos de los años de 1808 a 1810. En este nuevo enfoque, palabras metrópoli y colonia no aparecen. A cambio, las expresiones monarquía y reinos ocupan su lugar en el análisis.
La Independencia de América no será entonces el resultado de una crisis del imperio sino de la monarquía. El énfasis en la Ilustración se traslada, en el nuevo enfoque, a la escolástica española que tenía previsto el retorno de la soberanía al pueblo en los casos de acefalía real o de injusticia extrema del rey hacia sus vasallos. La revolución francesa ocupará en el nuevo enfoque el lugar de marco referencial, es decir, para los actores políticos españoles y americanos fue una experiencia histórica a tener en cuenta en el control de los eventos que ellos estaban experimentando en sus propios contextos. En este orden de ideas, la Independencia tendríamos que entenderla como una revolución o una revolución más del mundo Atlántico.
¿Pero que revolucionó? La respuesta que nos ofrecen los nuevos historiadores es que con la Independencia se conquistó una modernidad política que puso en la escena pública el tema de la representación política. Como podemos apreciar de forma sumaria, se trata de dos visiones contrapuestas en torno al conocimiento del hecho histórico de la Independencia.
Las diferencias de concepción y enfoque en torno al hecho histórico de la Independencia, o las posturas que de este hecho histórico se tenga hoy en día, se expresan también en las temáticas que convocan los sim posios o encuentros que se han desarrollado hasta el momento. Unos han planteado sus eventos académicos en torno a la idea de revoluciones atlánticas, que como hemos comentado, se trata de una concepción integral sobre la historia, la sociedad y la política. En contraste a esta corriente, otros historiadores consideran que la Independencia como tal, logra hacerse más comprensible si se analiza en torno a la cuestión colonial. Con ello se afirma la idea de un imperio en América, una dominación colonial y como corolario las independencias que rompen esta relación.
Así pues, el bicentenario de la Independencia a nosotros los historiadores nos reta a participar en el debate con nuevas investigaciones que aporten nuevas evidencias interpretadas a la luz del rigor teórico y conceptual, con ello lograremos una mayor comprensión del hecho histórico de la Independencia. Que importante pues que los debates se expresen también en los ámbitos escolares y que la historia aumente su número de lectores.
Texto reproducido por El Educador