Suele suceder, que a ratos se me ocurre al caminar por las calles de mi Bucaramanga del alma, le digo asi no solo por ser mi ciudad de origen, sino porque por allá en los años ochentas, el locutor y periodista deportivo Juan Manuel Gonzalez, nos hacia vibrar a todo galope, con esa voz que mas parecia un cañon en pleno estallido, cuando narraba un partido de futbol del Atletico Bucaramanga, el equipo de los amores, y de mucho afecto para quien escribe estas lineas.
La Bucaramanga de los años ochenta, era muy distinta a la gran urbe que ahora nos acoje, lejos estamos de las viejas calles empolvadas de la calle 45, o la puerta del Sol, donde uno pensaba que se acabada la ciudad para dar paso a una carretera algo tenebrosa por anteceder al puente el viaducto (Garcia cadena su verdadero nombre); reconozco que le temia a este puente, porque alli iva la gente a suicidarse, a acabar con sus problemas decia mi tia, pero en realidad, ahora despues de viejo entiendo que es el acto mas cobarde de todo hombre ante el regalo de la vida.
El centro por esa época distaba de lo que es hoy, la plaza de mercado central, era una entremera de puertas por las que se accesaba a su interior, y allí como enfilados estaban los laberintos hechos de bultos de papas, aguacates y yucas, fervientemente vigilados por los perros que hacían de porteros y hasta de guarda espaldas de las bolsas de mercado hechas con fique y manijas que hacia mi tía para ir al sacrosanto acto de "hacer mercado", una tradición muy importante en mi familia.
Había por ese entonces una cafetería que aun se conserva por la carrera 15 con calle 34, se llamaba, creo que aun se llama: Salón Pinocho, un lugar de encuentro de tinterillos, seudo abogados, prestamistas, pensionados, damas encopetadas, amantes clandestinos y para los que sentimos al centro de Bucaramanga, como la Quinta (popular centro comercial en la actualidad), ese era un paso obligado para tomar onces y ver pasar el flujo citadino, los latidos de la Bucaramanga que hacia transito hacia un futuro insospechado por nosotros los de la generación de la guayaba.
Caminar era el hobbie en nuestra juventud ochentera, salíamos del Colegio con la intensión de transitar, con el único rumbo fijo pegado en nuestras frentes como calcomanía vieja a una mesa de estudio; de esas que salen en las chocolatinas jeg "ir y bajar por la calle 35" ver las vitrinas de los almacenes apostados por los pasajes comerciales y soñar con estrenar zapatos, camisas y el jeas que ya para entonces tenia la bota entubada que era el grito de la moda y no aguantaba espera, así que ahorrabamos para comprar los estrenos en noviembre antes de que llegara Diciembre con su acostumbrada alza en los precios.
Autor Herodotodiano